La historia que nunca contaste

Hay cosas que nunca dijimos. Cosas que guardamos en lo más hondo porque sabíamos que dolería demasiado sacarlas a la luz. Pero, ¿cuánto más podemos seguir ocultando? Lo que no se dice, se pierde. Lo que no se recuerda, desaparece para siempre.

Quizás sea el momento de contar esa historia que llevas guardada, esa que nunca se atrevió a salir del rincón más profundo de tu ser. Las palabras que callaste siguen ahí, esperando ser liberadas. Tal vez fueron los miedos, tal vez el orgullo, o simplemente el paso del tiempo lo que las dejó enterradas. Pero ahora, en el silencio de este momento, puedes sentirlas latir, como un eco lejano que te pide una oportunidad.

Hay un poder en lo que nunca se dijo, una fuerza que no ha sido desgastada por el tiempo. Las historias no contadas tienen la pureza de lo que nunca se rompió, de lo que se guardó intacto. Cada palabra que decides no pronunciar se convierte en un peso que arrastras contigo. Y cada vez que las evitas, crecen, se vuelven más grandes, hasta convertirse en una sombra que se alarga sobre todo lo demás.

Esta es tu oportunidad de liberarlas, de permitir que esas historias vean la luz y dejen de ser un secreto que se desmorona por dentro. Deja que el viento se lleve lo que nunca pudo salir, deja que los ecos del pasado se conviertan en un susurro claro y liberador. No por los demás, sino por ti, porque hay una parte de ti que merece ser escuchada, una parte que no debe desaparecer sin ser recordada.

Cada historia tiene un momento para ser contada, y quizá ese momento sea ahora. Lo que nunca dijiste, lo que dejaste oculto, merece ser rescatado. No temas al dolor, porque es en el dolor donde encontramos lo verdadero, donde hallamos aquello que da sentido a lo que somos. Hazlo por ti, por quienes vinieron antes, y por aquellos que aún están por venir. Porque lo que no se dice, se pierde. Pero lo que se comparte, perdura.

El silencio que nos quedó